Durante el régimen nazi, los Testigos de Jehová fueron perseguidos y castigados por las autoridades alemanas, principalmente debido a su negativa a reconocer la autoridad del estado, su fuerte oposición a la guerra y su objeción de conciencia a prestar servicio militar y utilizar el saludo fascista.
Esta comunidad se manifestaba apolítica, dejando claro que sus acciones no estaban en contra de los nazis. Aún así, sus convicciones religiosas les impedían jurar lealtad a un gobierno mundano o a prestar servicios a las fuerzas armadas.
Así pues, la Gestapo creó un registro de todas las personas sospechosas de ser Testigos de Jehová, infiltrándose en sus reuniones de estudio de la Biblia y convirtiéndolas en blanco de ataque. También se trató de prohibir la distribución de sus publicaciones, producidas de forma local y difundidas por contrabando en otros países en grandes cantidades.
Cuando en marzo de 1935 se restableció en Alemania el servicio militar obligatorio, el conflicto entre el gobierno nazi y los Testigos de Jehová se intensificó, al tiempo que las detenciones en sus reuniones ilegales provocaron que muchos miembros de esta comunidad fueran juzgados por las autoridades y encarcelados en prisiones y campos de concentración.
Así las cosas, en 1939 aproximadamente 6.000 testigos estaban detenidos en prisiones o campos.
Muchos de ellos fueron torturados con el fin de hacerles firmar declaraciones en las cuales renunciaban a su fe, pero pocos cedieron ante esta presión y aceptaron convertirse en prisioneros.
Identificados con triángulos color púrpura, los prisioneros miembros de esta comunidad continuaron con sus reuniones, oraciones, y con su misión de captar adeptos dentro de los campos. En Buchenwald, incluso, crearon una imprenta clandestina que distribuía octavillas religiosas.
Los oficiales y guardias nazis utilizaban generalmente a los testigos como empleados domésticos, pues los consideraban de “relativa confianza” al no intentar escapar y no ofrecer resistencia, al creer, en muchos casos, que su sufrimiento era parte de su trabajo para Dios.
Según datos proporcionados por historiados del USHMM (United States Holocaist Memorial Museum) de los 25.000 a 30.000 alemanes que en 1933 eran Testigos de Jehová, aproximadamente 20.000 continuaron activos durante el período nazi. Los restantes huyeron de Alemania, renunciaron a su fe o la practicaron dentro del ámbito familiar. Aproximadamente la mitad de los que permanecieron activos fue condenada a prisión y entre 2.000 y 2.500 de ellos fueron enviados a campos de concentración.
El número de Testigos de Jehová que murió en las prisiones y campos nazis se estima en 1.000 alemanes y 400 personas de otros países, incluidos unos 90 austriacos y 120 holandeses.