En Auschwitz, al igual que en el resto de campos de concentración y exterminio nazis alemanes, el hambre era crónica y omnipresente, siendo el principal motivo del descenso de la esperanza de vida hasta las pocas semanas o meses.
Y es que, aunque oficialmente existía un menú equilibrado para los presos, en realidad, poco tenía este que ver con la comida que se distribuía en la cantina de Auschwitz.
Cuenco (década de 1940) y cuchara de madera (1940-1945) marcados con el nombre Zośka y el número 30921 en la parte inferior. El dueño de la cuchara, Stanisław Śitaj, fue admitido en el campo el 17 de abril de 1942. Colección del Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau. © Musealia
La ración diaria de alimento consistía en un tazón de una amarga bebida parecida al café como desayuno, un plato de sopa aguada a partir de verduras podridas o carne a mediodía y un mendrugo de pan con una pequeña ración de margarina antes de dormir.
Aunque en ocasiones era aún menor. Y es que, del mismo modo que aquellos que se encontraban al final de la cola de reparto a menudo no recibían alimento alguno, los miembros de la SS castigaban arbitrariamente a los presos privándoles de la alimentación.
Tras unas semanas en el campo ingiriendo esta ínfima cantidad de calorías y aquejados por diarreas, fuertes dolores abdominales y el consiguiente deterioro anímico, muchos prisioneros morían desfallecidos.